lunes, 21 de junio de 2010

LLENATE DE MI

Llénate de mí. Ansíame, agótame, viérteme, sacrifícame. Pídeme. Recógeme, contiéneme, ocúltame. Quiero ser de alguien, quiero ser tuyo, es tu hora, Soy el que pasó saltando sobre las cosas, el fugante, el doliente.
Pero siento tu hora, la hora de que mi vida gotee sobre tu alma, la hora de las ternuras que no derramé nunca, la hora de los silencios que no tienen palabras, tu hora, alba de sangre que me nutrió de angustias, tu hora, medianoche que me fue solitaria.
Libértame de mí. Quiero salir de mi alma. Yo soy esto que gime, esto que arde, esto que sufre. Yo soy esto que ataca, esto que aúlla, esto que canta. No, no quiero ser esto. Ayúdame a romper estas puertas inmensas. Con tus hombros de seda desentierra estas anclas. Así crucificaron mi dolor una tarde.
Quiero no tener límites y alzarme hacia aquel astro. Mi corazón no debe callar hoy o mañana. Debe participar de lo que toca, debe ser de metales, de raíces, de alas. No puedo ser la piedra que se alza y que no vuelve, no puedo ser la sombra que se deshace y pasa.
No, no puede ser, no puede ser, no puede ser. Entonces gritaría, lloraría, gemiría.
No puede ser, no puede ser. Quién iba a romper esta vibración de mis alas? Quién iba a exterminarme? Qué designio, qué? palabra? No puede ser, no puede ser, no puede ser. Libértame de mí. Quiero salir de mi alma.
Porque tú eres mi ruta. Te forjé en lucha viva. De mi pelea oscura contra mí mismo, fuiste. Tienes de mí ese sello de avidéz no saciada. Desde que yo los miro tus ojos son más tristes. Vamos juntos. Rompamos este camino juntos. Ser? la ruta tuya. Pasa. Déjame irme. Ansíame, agótame, viérteme, sacrificarme. Haz tambalear los cercos de mis últimos límites.
Y que yo pueda, al fin, correr en fuga loca, inundando las tierras como un río terrible, desatando estos nudos, ah Dios mío, estos nudos, destrozando, quemando, arrasando como una lava loca lo que existe, correr fuera de mi mismo, perdidamente, libre de mí, Curiosamente libre. ¡Irme, Dios mío, irme!



Poemas de Pablo Neruda

EL TIEMPO NO SE DETIENE MI AMADA



De tener tiempo y mundo suficientes, no sería delito tu recato. Dónde ir pensaríamos, sentados, y en pasar nuestro amor en largo día.
si quisieseis, mi vegetal amor se extendería más vasto que un imperio y más despacio.
Unos buenos cien años yo daría para alabar tus ojos y tu frente,
doscientos adorando cada pecho
y quizá treinta mil en cuanto resta. Mil años, por lo menos, cada parte,
si al fin tu corazón se me mostrase.
Pues, Señora, mereces tal respeto; y amarte no podría a menos precio.
Pero, detrás de mí, yo siempre escucho la carroza del tiempo, inexorable: y allende de nosotros se dilatan desiertos de la vasta eternidad. No tendrás todo el tiempo tu belleza, ni habrá de resonar en tu sepulcro el eco de mi canto: pues gusanos probarán tu inmortal virginidad: tu honor sin par se habrá tornado polvo; muertas cenizas todo mi deseo. La tumba es un lugar íntimo y bello, pero creo que allí nadie se abraza.
Por eso, ahora, cuando un fresco tinte vive en tu piel cual matinal rocío, y mientras tu alma diáfana transpire por cada poro fuegos instantáneos, vámonos a gozar mientras podamos; devoremos al punto nuestro tiempo, en vez de perecer entre sus fauces. Envolvamos, pues, todas nuestras fuerzas, nuestra dulzura toda, en una esfera: nuestros placeres, bastos, adentremos por el portal de hierro de la vida. Si parar no podemos nuestro sol, al menos obliguémoslo a correr.